Su vuelo aterrizó puntual en el
Pablo Picasso. Con unos 20º de invierno boquerón lo primero que hizo Peter fue
rebuscar en la maleta y ponerse las chanclas. Desde que decidió pasar unos días
en el sur de España esa era su principal ilusión. Liverpool no era precisamente Torre del Mar y al chaval
siempre le gustó llevar los pies descubiertos. Cosas de la edad y de las gentes
del norte.
Peter y una amiga. |
Eran unos veinticinco con el
mismo porte y, al entrar en el hotel, la recepcionista se santiguó. Les habían
colocado en las habitaciones que daban a un secarral para evitar que por la
noche practicasen el vuelo sin motor hacia la piscina, sabía que serían cinco
días complicados. Lo llevaban escrito en sus caras y mochilas.
Playa, Sierra Nevada, una noche
en Granada, Alhambra y un par de días más de playa regado principalmente de
abundante cerveza era el plan. Escapar del invierno de Britania tenía que
rentabilizarse con horas de sol y litros de cerveza barata.
Eufóricos por una primera noche
de borrachera subieron a eso de las ocho de la mañana con una muda y abrigo camino
de Sierra Nevada. Peter con sus chanclas. El conductor y la recepcionista se
miraron, esta especie no tiene remedio comentaron con gestos que sólo ellos
entendieron. Mientras subían las Pedrizas un monitor les intentaba explicar que
no era opcional el uso de protector solar, sus pieles lechosas se abrasarían
con toda seguridad si lo dejaban de adorno. Algunos escucharon, Peter no.
Peter y unos amigos tomando el sol en Borreguiles. |
Pradollano les recibió con uno de
esos días de invierno mentiroso granadino. Entre 10º y 15º pero una sensación
de poder ir bañador salvo que una nueve tuviese a bien darse un garbeo por
delante del Sol. Con sus equipos de skís
alquilados no pasaron de la zona de principiantes, tenía menos estilo en el
deporte de la nieve que para el calzado. Unos cuantos, entre ellos el amigo
Peter, tras unos cuantos porrazos, decidieron que ya estaba bien y optaron por
la técnica del lagarto y la cerveza. El tiempo de zamparse tres tercios de
cerveza y un bocadillo es lo que estuvo
en chanclas, pantalones cortos, camiseta y sin crema protectora. Entre lamentos
y crujidos de la piel sus compañeros dudaron si socorrele o darle la vuelta
para que se acabase de hacer. Optaron
por lo primero, la amistadad está para algo, y lo portearon como un desecho de
producción hasta el puesto de socorro. De donde le cogían crujía como papel de
estraza. Daba pena verle, no podía ni vocalizar.
Muy a su pesar Peter comprobó que
el puesto de socorro de Borreguiles no era el primer lechoso abrasado que
atendía y sintió un alivio rápido en cuanto lo trataron. Camino del hotel en
Granada tenía pocas ganas de jarana y se acurrucó como un perro apaleado en un
asiento del microbús mientras los otros zánganos explicaban sus batallas en las
nieves y contabilizaban la cerveza devorada.
En el hotel de la calle
Recogidas, un colega no tan abrasado y
él, se aplicaron mutuamente el ungüento milagroso y pareció revivir. Seguía con
fuego interno pero ya podía caminar así que se animó a salir. Fiel a sus
chanclas, calzones cortos y la sudadera menos áspera que encontró en la maleta
bajo a la recepción. Por más que le avisaron de lo cambiante del clima
granadino su fuego interior y los 20º con los que entró en el hotel hizo que se
negase a subir a por ropa adecuada.
En cuanto puso el pie en la calle
comprendió que algo no iba bien. Creyó estar en otra ciudad. Con el sol a buen
recaudo hasta el día siguiente de Puerta Real bajaba una brisa heladora que le
dejó más tieso que las quemaduras de tercer grado. Sólo veía plumones, bufandas
y botas hasta las rodillas. Al embocar calle Reyes, Darro abajo era la
mismísima Siberia lo que bajaba y en cualquier momento esperaba ver un apartida
de cosacos a caballo. Dio media vuelta, regresó al hotel y se negó a salir. Entró en calor en cuanto liquidó el mini bar. No era su día.
Con algo de resaca pero con el
ánimo recobrado decidió que esta vez no se equivocaría. Camiseta térmica,
calcetines de lana, forro polar, orejeras, gorro y el pijama bajo los
pantalones sería suficiente para no pasar frío entre palacio Nazarí y palacio
Nazarí. El guía le prometió al llegar a las taquillas de la Alhambra que eso de
subir Paseo de los Tristes y la cuesta de los Chinos no lo había hecho con mala
idea. En los mismos baños se quitó los pantalones del pijama y la camiseta
térmica chorreando de sudor. El resto del día con 22º y un sol radiante parecía
un porteador del Himalaya con esa mochila repleta de ropa.
La cuesta de los chinos |
Con la piel abrasada y un catarro
de manual llegó derrotado al hotel malagueño junto a un Mediterráneo sereno. Peter
no salió de la habitación el resto de los días hasta que le garantizaron, por
escrito, que era el microbús que le llevaba de regreso al Pablo Picasso y su
Liverpool brumoso. No quería saber nada más de ese invierno mentiroso mitad
fuego mitad hielo.
Publicado Ideal el 24 de diciembre de 2014 dendro de #RelatosDeInvierno
Publicado Ideal el 24 de diciembre de 2014 dendro de #RelatosDeInvierno
No hay comentarios:
Publicar un comentario