martes, 14 de enero de 2014

Cínicos

Dice Seutonio que, tras el desastre del Bosque de Teoteburgo, Augusto deambulaba por el palacio dando cabezazos contras las puertasa y paredes mientras gritaba “¡Varo! ¡Devuélveme mis Legiones!”. El desastre le cogió absolutamente por sorpresa y le marcó por mucho tiempo. Suerte tuvo Varo de no salir de esa selva tenebrosa y suerte tuvieron los cercanos que le dio por descargar su ira con las paredes. Tres legiones perfectamente pertrechadas que había puesto en manos de Publio Quintilio Varo fueron exterminadas por los bárbaros dirigidos por Arminio en lo que hoy conocemos como Baja Sajonia.

Hace unos días, tras saltar a los medios la condena –recurrible- por prevaricación al Alcalde y ex Alcalde de Otura, el señor Pérez, Santiago que no Sebastián, nos obsequió con una palabras cargadas de pesadumbre y sorpresa. Que ahora iban a apostar por la regeneración política dijo. Por un momento temimos por las paredes, periodistas y pilares por si se excedía en su puesta en escena y le daba por emular al César Augusto. Mientras calculaba sus palabras con gesto serio le faltó poco para espetar “¡Ignacio! ¡Pedro! ¡Devolvednos nuestra credibilidad!!

Quienes no hayan seguido el esperpento político en el que se había convertido el Ayuntamiento de Otura seguramente verían en sus palabras una actuación contundente contra unos pocos que mancillan el buen nombre del su partido. Seguramente creyeron su sorpresa, su indignación, su pesar y su petición de perdón al pueblo de Otura. Seguramente el señor Pérez, Santiago que no Sebastián, fue el elegido en el casting para esta escena por ser el que mayor credibilidad pudiese transmitir. Por intentarlo no debía quedar.


Pero por más que la dirección del PP de Granada intentase escenificar su sorpresa, su pesar, su rubor ante el pueblo de Otura, realmente fue una explicación rebosante de cinismo al más estilo del capitán Louis Renault en la mítica película Casablanca “¡Es unescándalo, he descubierto que aquí se juega!” podría haber dicho perfectamente los señores Pérez, Santiago y Sebastián.

lunes, 6 de enero de 2014

#ArqueológicoYA

En una provincia en la que disfrutamos de la mayor piscina del mundo, el pantano de Rules, y que en breve verá pasar la última tecnología en materia ferroviaria por un túnel del siglo XIX no debería extrañarnos que, en la capital, el museo arqueológico se cerrase en mayo del dos mil diez por una pequeñas obras y, a fecha de hoy, siga el mismo letrero colgado en la web y en la puerta de la Casa de Castril.

En una ciudad en la que su pasado zirí y nazarí apabulla al resto de su historia los granadinos somos capaces de debatir sin fin como estrujar más la gallina de los huevos de oro sin darnos cuenta que los turistas se pueden “cazar a lazo” una vez pero no sistemáticamente. No es la conexión Alhambra-ciudad lo que hay que resolver con ascensores o trenecitos para que los viajeros decidan dedicarnos más días. No he visto a ningún turista por Granada preguntándose qué administración dirige la Alhambra. ¿alguien duda que es la oferta de la ciudad al viajero lo que puede mejorar lo ya muy bueno?.

Granada, que ya casi vive del turismo por obra y gracia del abandono de otros sectores, tiene en su pasado pre-musulmán la respuesta a tanto debate estéril y en su museo arqueológico su herramienta más eficaz para darlo a conocer.

Completar la inmejorable oferta que representa La Alhambra debería ser el objetivo de todas las administraciones con el Ayuntamiento a la cabeza. Dos cónsules ordinarios, cinco consulados suffectus, proconsulados en Britania, África, Raetia, Germania Superior, legados y numerosas magistraturas más fueron la contribución de varias familias originarias de nuestra actual Granada al Imperio Romano en su apogeo.

No hace falta ser un experto para diseñar una estrategia complementaria a nuestro pasado musulmán para redondear la oferta a todos los que nos visitan. Tan sólo falta la voluntad política y el liderazgo que sume voluntades. La reapertura del museo arqueológico en el que se guarda el pasado íbero y romano de nuestra ciudad debe ser la herramienta que lo saque a la luz.

#ArquelógicoYA, Súmate!

domingo, 5 de enero de 2014

Roma no está tan lejos.

Los pueblos cercanos al área metropolitana de una gran ciudad pierden día a día, año a año parte de la esencia que les ha caracterizado a lo largo de los siglos. Es así y poco se puede hacer. Hablamos de tradiciones que se remontan a culturas de las que creemos que ya nos queda poco.

Los ocho siglos que nuestra tierra estuvo bajo la cultura musulmana ahogan cualquier vestigio de nuestro pasado romano, pero no hace falta escarbar mucho para darnos de bruces con aspectos indudablemente ligados a esa herencia.

El concepto familia en su más amplio significado, la protección, el respeto a los ancestros y el llevar su apodo con orgullo por más que evoque un significado peyorativo es, sin duda, una de las herencias más claras.

El “cognomen” o tercer nombre (Marco Tulio Cicerón) nació para distinguir a los diferentes individuos de una misma “gens”. En un momento indeterminado de la República empezó a transmitirse de padre a hijo marcando diferencias dentro de una misma gens. El origen de cada cognomen  podía ser un aspecto de la personalidad, del físico o lugar donde hubiese ocurrido un hecho significativo para el personaje.

Si cambiamos “cognomen” por “apodo” entenderéis, o eso espero, el por qué mantengo que la familia, y como se la reconoce en cada pueblo, es una de las herencias más directas e inalteradas que la vieja Roma nos ha dejado.

Si os hablo del “agricultor, barba roja, albino, guarda de asnos, pelo negro,  tartamudo, rubio, cabezón, prudente, veloz, alto, garbanzo, trompeta, cuervo, rubio, anguila, vigoroso, narizón, pasos largos, pintor, orejas de soplillo, bello, pelirrojo,  manco, zurdo, cojo,  bastón,  viejo, tuerto,  pantorrilla, palurdo, cerdo o enterrador”  podríais pensar que son los apodos de cualquiera de nuestros pueblos.

Pero si escucháis “agrícola, Ahenobarbus, Albinus, Annalis, Atellus, Balbus, Cannus, Capito, Cato, Celer, Celsus, Cicero, Cornicen, Corvus, Flavus,  Murena, Nerva, Nasica, Pansa, Pictor, Plautus, Pulcher, Rutilus, Scaevola, Scaurus, Scipio, Seneca, Strabo, Sura, Varro, Verres o Vespillo sentiréis que nos hemos trasladado, de repente, a la mismísima Roma.

Tratarse por los apodos, lejos de estar mal visto, debería ser todo un orgullo pues está anclado en lo más profundo de nuestras raíces. Cada pueblo que conserva todavía su identidad mantiene sus apodos y que sea por mucho tiempo.

Así que llamarnos en Otura, por ejemplo, por  “Cornetas, Sacristanes, Chirreas, Chaquetas, Tiraeras, Lentejas, Pimientos, Berengenas, Colorines, Canastas, Corrías, Cartones, Funelas, Rajas, Pajarillos, Vizcos, Bocaníos, Monticos, Turruanos, Payasos, Reventares, Secanos, Juanilletes, Garzas, Cominos, Dormíos, Bichuchos, Paqueras, Serenos, Botas, Gorduras, Pintaos, Seisdeos, Culebras,  Pacojuanicas, Pantorrillas, Guacharros, Niñobonicos, Celestinos , Muertomorios, Picolas, Penos, Pichacos, Amagaos, Canastas, Coloraos, Minguitos, Terriales, Gatos, Cachitos, Chinos, Los Dios, Alpargateras, Salaillos, Chamareas, Minas, Coloraos, Rules, Repicas, Romeros Potajes, Rauñas, Almensales, Julianes, Zapatones, Loquillos, Luques, Topos, Puntocos, Canos, Artilleros, Figuricas, Barberos, Fideos, Manquillos, Pellizcos, Tijericas, Farfollas, Mistos, Carretas, Pleiteras, Pitirres, Estanqueros, Rubios, Iglesias, Bayos, Cazorlas, Botas,Azuquitas, Horneros, Molineros, Polleros, Titillos, Linicos, Caillos, Cirilos, Buenos Mozos o Artilleros”  es el mejor homenaje a nuestros antepasados y a nuestra cultura romana.


Aquí un Reventares, Rajas, Secano y Juanillete.