sábado, 11 de mayo de 2013

Lobos solitarios


El jueves despidieron a un buen comercial. Nada nuevo en el horizonte, desde dos mil ocho son muchos los buenos, malos y regulares comerciales que han ido quedando por el camino. Mi empresa no ha sido menos y a mi me ha tocado decírselo a muchos de ellos. Para mi sorpresa me explicó que el despido había sido una liberación, que le iba a costar la salud seguir siendo un lobo solitario por esas carreteras sin respaldo alguno de la empresa.

Me quemé lengua, paladar y por su interior los mofletes. Para una vez que me ponen un cortado con la leche bien caliente me soltó la noticia justo en el primer sorbo y no tuve cálculo de la cantidad de café que coló. Por suerte al gaznate no llegó ni me manché, cosa rara en mí. Que ya no soportaba más enfrentarse un día y otro a los clientes justificando incumplimiento tras incumplimientos. Sus gestos, ojos y tono de voz confirmaban sus palabras.

Lo que empezó por un café entre compañeros de asfalto derivó en una clase magistral para empresarios y directivos en gestión de equipos humanos dentro de una empresa sea cual sea la situación económica, y si la empresa está patas arriba y cuesta abajo, para grabar en el frontispicio de la entrada. Importante apuntar que todo sucedía sin tener ni idea el que impartía la clase y que lo estaba bordando aunque solo yo fuese su público.

Con varias líneas de negocio la empresa llevaba años sobreviviendo de una única línea rentable sin atreverse la dirección a asumir el fracaso parcial para salvar el fracaso total. Ante la falta de liquidez para comprar materia prima o llevar las nóminas al día oscurantismo y malos modos con los empleados. Como respuesta a las quejas de los clientes silencio y ante la falta de producto arbitrariedad en el suministro que ya irá luego el comercial a comerse el marrón con o sin guarnición.

Tuve que hacerle una pregunta aún temiendo romper el ritmo de su exposición. No podía comprender que faltase material siendo los pedidos especie en peligro de extinción por las fábricas andaluzas. Sin mantenimiento en los últimos años y el personal abandonado a su suerte, los comerciales no eran la excepción, los equipos de producción se caían a pedazos y un rosario de averías sustituían a los partes de producción.

La arbitrariedad hecha empresa, por obra y arte de la dirección, había convertido a cada persona en un lobo solitario para sobrevivir dándose dentelladas de reproches al cruzarse. Al pedir una fecha de entrega mordisco, pedir un extracto coz, plantear un abono fusilamiento al amanecer sin último deseo.  Ya quería irme yo también de esa empresa en la que nunca estuve.



Las empresas pueden pasar por momentos gravísimos por infinidad de motivos pero sólo hay uno por el que no hay forma de enderezar el rumbo y las lleva sin solución de continuidad al colapso. La falta de comunicación ante los problemas, hacer del “divide y vencerás” método de control, del reproche estrategia de incentivación y de la desconfianza hacia todos bandera. Es el síntoma más claro para asegurar que ya tiene fecha de defunción aunque la dirección todavía no lo sepa. Claro, salvo que mane petróleo junto a la fotocopiadora o el despacho del gerente esté sobre un filón de oro.

Al despedirnos ya lo comprendía todo, incluso la cafetería que eligió. No lo hizo por el café, las vistas o el  personal. Unos cincuenta metros más abajo estaba la oficina del SAE, con una carpeta bajo el brazo se encaminó hacia ella. Siempre fue un tipo muy previsor.

Publicado en el blog de la Escuela de Gerencia de Granada