Que las empresas son como los
seres vivos es una teoría tan vieja como cierta. Nacen, crecen, se ponen
enfermas y palman tanto por la vía rápida como por muerte lenta si no se
acierta a diagnosticar que narices le pasa o con el tratamiento si se ha tenido
la pericia en acertar lo que las está matando. Una de las causas más habituales
de la muerte de las empresas suele ser consecuencia directa de otra muerte, la
de su cartera de productos por obsolescencia, masificación de la oferta o
desaparición de la demanda.
Esa teoría la catamos y nos
vacunó contra el “monocultivo” más o menos por el 2003. Con nuestra gran planta
de morteros recién estrenada, un laboratorio pequeñito pero resultón y muchas
ganas de comernos el mundo en el horizonte no había tormenta que le perdiéramos
la cara. El
comercial que nos vendió la fábrica, algún día tocará hablar de ese comercial,
se ve que nos vio con el bolígrafo facilón para firmar letras y nos propuso ser
pioneros en Andalucía. La patente que pretendía vendernos era realmente
interesante.
Nos interesó el producto fruto de
la patente, nos vimos capaces de fabricarlo y mucho más de comercializarlo.
Teníamos la infraestructura precisa y realmente ese hueco en el mercado existía
pero, por suerte, estuvimos lo suficientemente lúcidos para ver que el precio
que pedía por esa patente estaba fuera de toda norma. En el mejor de los casos
para cuando la hubiésemos amortizado tendríamos las puertas abiertas del asilo
el más joven de nosotros.
Nada frena a una empresa en su
fase de crecimiento. Y nada nos frenaba en aquellos años. Les planteamos a
nuestros técnicos si serían capaces de desarrollar un producto parecido a la
patente que nos ofrecían pero con nuestros medios. Meses después e innumerables
ensayos presentamos nuestro producto.
Cumplía el abc de cualquier novedad para triunfar en el mercado, precio
razonable, mejora en los plazos de ejecución y mejora en la calidad respecto a
los productos existentes.
La curva de ventas respecto al
tiempo tuvo un crecimiento espectacular. Es lo que tiene acertar de lleno. Situación
ideal para cualquier comercial, firma que te firma contratos. Y no paramos de
sumarle recursos a esa mina de oro que habíamos descubierto. Sin darnos cuenta
esa línea de productos llegó a significar más del 30% de nuestra facturación
pero en días de vino y rosas esos pequeños detalles se pasan por alto.
La primea obra que no nos
contrataron no le dimos importancia. A la segunda sí. Con la tercera en pocas
semanas se encendieron todas las alarmas. Con un sistema absolutamente distinto
conseguían resultados similares a mucho mejor precio. Si rápido fue el
crecimiento brutal fue la
caída. Uno tras otro fuimos perdiendo los contratos sin poder
hacer gran cosa pues no teníamos a nuestro alcance esos medios necesarios para
responder. Nuestro producto nació y creció vigoroso pero murió prácticamente de
infarto en su mejor momento.
http://1pau-analisis-delacomunicacion.blogspot.com/
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El “monocultivo” siempre ha sido
peligroso para una empresa y en esos momentos nos salvó disponer de una cartera
de productos equilibrada. Como la sociedad que pretenda ser productiva en el
tiempo, una empresa necesita productos en proyecto, productos recién nacidos,
otros creciendo otros produciendo y otros ya en fase de retirada.
1 comentario:
A veces no mueren sino que quedan en estado de hibernación, latentes a la espera de una oportunidad que le otorgue el mercado. Otras veces podrá servir como base de partida para un nuevo producto -que enfocado de manera diferente- consiga salir a flote durante otro período de tiempo.
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