martes, 8 de noviembre de 2011

Perdieron los dos. Perdimos nosotros.

No me he leído el programa del PP ni del PSOE. Lo asumo con resignación cristiana inversa. Ese tiempo lo he invertido en tuitear, pasear y leerme el blog de Iñigo Domínguez para saber que nos espera ya que estos caballeros pretenden que sigamos el camino que nos marcan nuestros “maestros” griegos e italianos (parte del blog lo publicó este domingo @ideal_granada http://www.elmundodecerca.com/dominguez/ ).  Si he ojeado ambos programas antes del debate. Sobre economía sumergida y como combatirla no encontré nada en el del PP y al PSOE solo se le ocurre montar una Agencia contra el fraude. Sobre corrupción, sobre la vergonzosa politización de la justicia y sobre la caótica situación de los ayuntamientos podríamos hacer un símil pugilístico, en un día como hoy no es cosa muy forzada. “No me des tú en el mentón que lo tengo de cristal y no te daré yo en el hígado que sé que me duras un asalto”.


¿Como hacerles ver que nuestra solución para financiar Educación, Sanidad, Justicia está en la lucha a brazo partido contra esos 23 puntos sobre el PIB que significa la economía sumergida?.
¿Como hacerles entender que alrededor de ese mundo no se habla de negociaciones colectivas ni resultan atractivas deducciones algunas sobre el coste de la Seguridad Social pues no pagan un duro y se parten el pecho de risa al escucharnos hablar sobre el asunto?.
¿Como explicarles que la economía sumergida es una máquina perfectamente engrasada de generar desempleo? Sí, también desempleo. La competencia desleal provoca el hundimiento de  pymes y autónomos que cumplen engrosando sus trabajadores la mayor empresa de España, el INEM. Me atrevo, sin ser un profesional de los tributos, a darles uno de los hilos de dónde tirar de esta madeja, la estimación por módulos.

Acabo regresando a las comparaciones pues mientras no decidan meterle mano a este asunto cada vez se nos va poniendo más cara de “griegos o italianos”. Uno me recordó a un pura sangre de carreras reconvertido en caballo de tiro lastrado por una carga imposible de ocultar. El otro no paró de imitar al Lobo Carrasco llevándose una y otra vez el balón al córner a la espera de las elecciones Andaluzas.

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