Una de las grandes aportaciones
del mundo comercial español a las Ferias profesionales ha sido una buena barra
bien provista de un grifo de cerveza, vinos y buenos platos de jamón, queso o
cualquier otra cosa que llevarse a boca. Cualquier variante siempre ha sido
bien recibida siendo los clientes poco dados a quejarse si, a la hora del
servicio, somos los propios comerciales quienes atendemos o, ya para nota,
camareros profesionales.
Esta costumbre tan nuestra de rematar
los negocios al calor de una buena comida fue sin duda el motor de esta
innovación y se ha convertido en un reclamo que nunca falla para tener el stand
concurrido. Tal éxito no ha pasado desapercibido y se ha propagado por el
mercado exterior con la facilidad con la que a uno se le puede ir de las manos
la simple quema de un rastrojo. No está
de más que os recomiende que en Ferias europeas sea un stand patrio el elegido
para tan gratificante receso sino queréis transformar la experiencia en una
pesadilla.
Siendo con toda seguridad el
sector de la construcción -¿o del ganado?- quién realizó está innovación en las
ferias han sido otros los que lo han llevado a su máximo esplendor. Así en
Ferias como el SIMO o CEVISAMA en sus
mejores años se transformaron las iniciales barras en completos restaurantes
dejando patente que a las empresas a veces nos faltan frenos o nos sobra el dinero.
Tal exceso, desde mi punto de
vista, se acaba pagando tanto por el que expone como por el visitante. El
segundo lo paga en habituales excesos etílicos, kilos de más y vistas de menos
a otros stands perdiendo la gran oportunidad que sigue siendo una buena Feria.
Los primeros lo pagan con una inversión astronómica con un retorno difícilmente
cuantificable a corto, medio o largo plazo pues los clientes a la semana
siguiente retoman la sana costumbre de exigir precio, gama y forma de pago.
Estos momentos que se están
viviendo tiene muchos efectos colaterales y uno de ellos ha sido rescatar el
significado original de esta innovación tan española, agradecer al cliente que
nuestro stand sea el elegido para hacer un receso y que, a cambio de una
cerveza bien fría, copa de vino, refresco o botellín de agua con su
correspondiente tapa acepte el cliente una exposición de las novedades dando de
paso un aspecto concurrido a nuestro stand.
Optemos por la austera tradición
o por el mayor de los dispendios es recomendable que vigilemos de cerca de
nuestros comerciales para que no sigan el ritmo de los clientes más que con
agua pues no hay nada peor, para la imagen de la empresa, que un comercial con
un “puntito” o con un saco de ellos intentando defender un producto.
2 comentarios:
La verdad que esta costumbre se ha propagado como bien dices, en las ferias de iluminación también las empresas más potentes tienen sus barras con cervezas, vinos y demás productos que alegran la existencia.
Esta práctica la he presenciado incluso en China. En las ferias de iluminación de allí, todos te regalan tú botellita de agua, pero si te vas a un stand de alguna marca como Philips u Osram, el agua se convierte en cerveza o vino.
Es fácil ver a algún agente comercial por la tarde un poquito subido de tono, sobre todo si el aburrimiento es grande, lo cual en las últimas ferias es habitual debido a los pocos visitantes.
Sobre como los comerciales gestionamos la bebida en una feria me guardo unas cuantas anécdotas para otra entradita... Saludos Emilio
Publicar un comentario