Los comerciales tenemos por
costumbre analizar casi todo bajo nuestro prisma, como si de una operación de
venta se tratase y si la hubiésemos enfocado de una forma u otra. Supongo que es un efecto secundario derivado las
horas al volante o las esperas para ser atendidos. Puede darte por esa linde o
por la nómina tan penca que calzas. Si eres optimista optas por la primera ya que
en la segunda puedes ir por lana y que te sujete Oli Rhen mientras Cristhine
Lagarde te trasquila.
Los intervinientes en la
operación que me ha dado por analizar son dos que firmaron un contrato hace trescientos
años y un tercero a modo de inquilino pejiguera. La ´cosa´ objeto del contrato
una parcela minúscula pero bien ubicada que cedió uno de los firmantes al
segundo como pago de deudas… deudas de juego por simplificar que de eso también
sabemos un rato los comerciales, simplificar digo.
Con sus más y sus menos durante
todos estos años uno no asume lo que firmó y el otro sabe que se aprovechó,
pero tiempo habrá de devolver la parcelita que a todo lo bueno se acostumbra
uno. Lo divertido del asunto empieza
cuando vas descubriendo que en este último encontronazo todos lo que quieren
venderte una burra pero te enseña otra.
1.- Al inquilino pejiguera se le
ha quedado pequeña la parcela, por ley no puede ampliarla y lleva años sisando terreno así que sabe que
todo el monte es orégano y actúa en consecuencia.
2.- El que por deudas de juego
firmó, entregó y perdió la parcelita le pone los focos a la última travesura
del inquilino pejiguera para intentar que nos despistemos mirando la herida del
dedo y no el bosque en llamas que señala.
3.- El dueño de la parcela está
hasta la gorra del primero y del segundo ahora que eso de los puntos estratégicos
militarmente hablando es cosa del pasado. Pero mira por donde ni puede dejar tirado a quien le guardó la
parcela tantos años ni puede enfadarse con el que perdió la parcela ya que en
esta etapa histórica son socios y sabe positivamente que si en su lado
estuviese ya habría echado las patas por alto hace unas cuantas travesuras.
Llegados a este punto en el que
nadie te dice la verdad y todos quieren que les compres “su verdad” el
comercial debe ponerse de lado de los suyos. Y me pongo. Pero no es necesario
contar medias verdades para defender nuestro producto señor Ministro. La razón
nos asiste y si hubiese enfocado la operación con el único objetivo de pararle
los pies al ese inquilino pejiguera “su verdad” sería la nuestra y nos la
acabarían comprando todos.
Las operaciones a tres bandas en
las que no puedes acabar mal con nadie necesitan de mucha acción, pocas
fanfarrias y ningún aspaviento. Las últimas “chinitas” que nos tiró el
inquilino estoy seguro que pide una reacción exigiendo el cumplimiento de aquel
contrato que firmamos por nuestra mala cabeza pero sin titulares, como lo hacen
ellos, con nocturnidad, como lo hacen ellos.
El problema es cuando se utiliza
la última provocación del inquilino pejiguera para despistarnos y vendernos
otra burra. Corremos el riesgo de dejar nuestras vergüenzas a la vista de todos
y que el primo de zumosol del inquilino pejiguera se vea obligado a tomarnos
por el pito del sereno una vez más por más que sepa que la colleja la está
necesitando su protegido. Para una vez que podíamos defender algo juntos hasta los monos nos mienten.
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