Musa ibn Nasair,
gobernador del califato Omeya del norte
de África en los primeros años del s.VIII, seguro que no tenía ni idea de lo
fácil que se lo iban a poner esos godos. Y
es que a quién no le han encargado una tarea y, ya puestos, si acabas pronto haces
otra de esas para la que nunca encuentras tiempo, pongamos... hacerse con toda Hispania.
Con los primeros mensajes de Táriq ibn Ziyad
desde este lado del Estrecho empezó a pensar que no era tan fiero el lobo.
“Podemos” con los Godos, le dijo su lugarteniente. “Que lo de Rodrigo ya estaba
resuelto y que si podía meterle mano a Agila II” Fue el mensaje definitivo. Que
eran tal para cual y que, salvo sus respectivos paniaguados, las gentes hispano-romanas
estaban de ellos, de los godos, hasta el gorro y les pedían que les diesen más
palos que a una estera.
Dicho y hecho. Casi tardaron más en negociar la
intervención a favor del hijo de Witiza que en
plantarse en Zaragoza. Las élites acomodadas no sabían ni por donde les llovían
los estacazos y los mensajes al pueblo caían en saco roto. Todo estaba
perdido.
Supongo que los señores Monedero e Iglesias
conocerán esta historia aunque para los de su quinta, ni la mía, no fuese
obligación saberse la lista de los reyes godos. En el círculo génesis de
Podemos se habrán hecho más de una vez la misma pregunta que Musa cuando
comprendió que el gigante tenía los pies de barro…¿nos conformamos con cantar
línea o vamos a por el bingo?. Huelen el miedo en los partidos políticos
clásicos, en las atrofiadas instituciones del Estado, en la prensa afín y hasta
en el apuntador. Así está el asunto de maduro y su seguridad crece al ritmo que
el miedo en los que jamás pensaron sentirlo en el pellejo propio.
No les ha hecho falta un código para descifrar
el punto débil del sistema y ya tienen la respuesta a sus primeras dudas. Lo
quieren todo y lo quieren ya. No les van
a dar cuartel y a cada paso que dan se les unen refuerzos a la vez que en las
oligarquías locales, regionales y nacionales crecen la sensación de ser
tragados por arenas movedizas. Si callan sobre Podemos malo y si hablan peor.
A la pareja Musa y Táriq le cortaron las alas
camino de Lleida. Se las cortaron los suyos y no los godos que, a esas alturas,
ya no tenían solución. La pareja que ganó en Guadalete tuvo suerte, poco faltó
para que el tajo fuese a la altura del gaznate y es que la envidia y ansias de
poder no son patrimonio de ninguna casta, sea goda, borbónica o filistea. Alá a
veces es misericordioso.
Unos y otros comprobaron que toda conquista a
galope tendido se dirige sin remedio a su Poitiers. La duda es saber a que lado
de los Pirineos estará esta vez y quién será el Carlos Martel. Sea quién sea
mejor que tenga un discurso, proyecto y trayectoria a la altura de las
circunstancias o será un godo más en su camino.