Oprah Winfrey
es una aficionada. En el banco tendrá un pastizal pero es una
aficionada. Al sentirse menospreciada
por una simple vendedora desenfundó y la acribilló. ¨Manca finezza´ que diría el
clásico. Desató la tormenta mediática sobre la vendedora y, dice, le faltó poco
para comprar de la tienda hasta el tirador de la cisterna. La opción fue una
campaña impagable para el comercio una vez que el dueño dejó claro que Oprahmalinterpretó a la vendedora. La segunda venganza prevista hubiese sido el
deseo cumplido de todo vendedor, colocar en una sentada toda la tienda y
largarse a tomarse una alhambra bien fría
Que los comerciales, vendedores y demás ralea
de los que nos ganamos las habichuelas vendiendo cosas nos equivocamos, nos
guiamos intuiciones o nos dejamos llevar por perjuicios esta tan cierto como que
si se nos pincha sangramos. Ya puestos a contar verdades también es cierto que
necesitaríamos las estanterías de la Biblioteca Nacional para archivar todos
los casos de clientes que nos tienen horas dando vueltas para no llevarse ni un
Chupa Chups. Va en el sueldo y no lo contamos.
Si mi comprensión lectora sigue en buen estado
de revista la señora Winfrey pretendía vengar una posible duda sobre si es más
grande su ego o su cuenta corriente. Si de eso se trataba decirle que necesita
unas clases urgentes de una peluquera granadina, del barrio de los Pajaritos para más señas y de
cuyo nombre no viene a cuento que me acuerde.
Chándal con años que uso, algo sudada y con la
cara reflejando la fatiga de no estar en una terracita con el periódico y un
café iba de regreso a su casa nuestra peluquera cuando se topó con el
escaparate de una tienda de bebés. Surtió
el efecto para el que se diseñó, el escaparate digo. Tras rondar por tierra, mar y aire un modelo de cochecito,
y viendo que la vendedora no se le acercaba, solicitó su ayuda. Le soltó eso del embarazo familiar y demás notas
aclaratorias para justificar su repentino interés por el modelo del escaparate.
La vendedora no tendría un buen día y le dio por colocarle uno más barato sin
percibir que el objetivo estaba definido y no era objeto de negociación. A cada
pregunta sobre el modelo “vip” respuesta sobre la opción “low cost”.
Conociéndola supongo que a la tercera vez que
le intentaron vender el carrito por el que ella no preguntaba alzó la barbilla y
abrió de par en par los agujeros de la nariz hasta dejar la tienda sin oxígeno
en una insuflación sin fin. Cosas del cansancio optó por contener lo que su
carácter le pedía y se fue.
En palabras textuales suyas regresó a los dos
días “toa emperifollá, con los oros
encima y con la embarazá, mi hermana”. Se centraron de nuevo en el carrito
“vip”. Esta vez la vendedora les saltó encima, la dejaron hablar. Tras la
retahíla sobre las bonanzas que atesoraba el dichoso carrito y viendo que ya tenía pintada en la cara esa
media sonrisa que se nos pone a los comerciales cuando intuimos una venta está en
el zurrón decidió que ya era suficiente y le espetó: “déjelo, sólo he entrado
para enseñarle a mi hermana el carrito que no me quiso vender el otro día y que
pienso comprar en otro sitio”
Lo dicho Oprah, si de destrozar a una vendedora
se trataba no era necesario que se enterase medio mundo, una ración de malafollá
granadina es más efectiva que pavonearse de los muchos ceros que tiene en su cuenta
corriente. Si quiere dejar de ser una
aficionada en estos asuntos por DM te paso la dirección de la peluquera.
Publicdo en Ideal de Granada el 24 de agosto de 2013
Publicdo en Ideal de Granada el 24 de agosto de 2013