Enfrascados en una época de
recortes para todos pretendo contar, con las menos palabras y simplezas
posibles, por qué he llegado a la conclusión que nuestro sistema político no es
el que falla ni en parte ni en su totalidad. Intentaré probar que no ha dejado
de ser viable el Estado del Bienestar, ni el Estado de las Autonomías, ni sería
necesario unificar Ayuntamientos y casi, debo reconocer, tampoco sería
necesario eliminar las Diputaciones Provinciales. Esto último me duele y es una
rectificación en toda regla, ya que llevo cuatro años pidiendo su cabeza en
bandeja de planta. La cabeza de las Diputaciones, claro, que están mal las
cosas pero no me he echado al monte… todavía.
Nuestra clase política,
generalizo sabiendo el riesgo que acarrea, tiene la rara habilidad de echarnos
asuntos al circo del debate como mi abuela le echaba maíz a las gallinas en el
corral de casa. Todas acudían atolondradas justo al punto que ella quería. El maíz que nos
echan a todos nosotros tiene forma de prima de riesgo, deuda país, rescates de
bancos y comunidades, herencias recibidas, nacionalidades, localismos, subidas
de impuestos, copagos, repagos y un sinfín de historias para no dormir. No lo
queremos ver pero, todos a una, los políticos de uno y otro color rehúyen el
verdadero debate. Lo esquivan con más maíz apenas nos acercamos a la otra punta
del corral. Tienen una capacidad digna de estudio para hoy echárnoslo y mañana
criticar cómo o dónde lo echa el otro. Se diría que forman parte de un equipo
de relevos perfectamente sincronizado para cambiar de rol en lo que se
contabilizan los votos.
El verdadero debate está en
reconocer que Ayuntamientos, Comunidades Autónomas y, en general, el Estado del
Bienestar no soportan ni un minuto más el lastre con el que le obligan a funcionar
los partidos políticos, que no son capaces de vivir de sus afiliados y
necesitan colocar a todas sus huestes presentes, pasadas y futuras al amparo
del sector público para que sigan trabajando para el partido de turno. Elegid
cualquier Ayuntamiento, Comunidad Autónoma o Caja en quiebra y en la trastienda
veremos medrar a parte de la casta política profesionalizada cobrando por los
servicios prestados a uno de los partidos.
Es la política de #mesacamilla
el verdadero cáncer de nuestro sistema político. Unos pocos, los mismos
de siempre que nunca se fueron, manejan, reparten y colocan estratégicamente a
todos los que les dicen amén, pagando con puestos de relumbrón y sin focos
todos los sapos que se traguen cara al público durante el ejercicio. Y si el
sistema no puede con todo ese lastre no se preocupen, ya subirán cualquier
impuesto que pase por la puerta o reducirán en pensiones, salarios, maestros,
policías o bomberos, que somos muy dados a vivir por encima de nuestras
posibilidades, pero de la #mesacamilla no sale ni uno que afuera hace mucho
frío. A lo sumo cambian de puesto o se turnan para protegerse bajo las confortables
enaguas del dinero público.
Ahora que le hemos cogido cariño
a la UVI, que esas enaguas ya no dan para todos ellos y los demás hemos perdido
la poca vergüenza que teníamos, seguimos estando a tiempo de ayudar, desde la
sociedad civil, a eliminar el lastre que ahoga nuestro sistema. Que no nos
echen más trigo hacia el otro lado del corral: el meollo del asunto está en la
financiación de los partidos políticos y en cómo nadie les pone límites en
colocar, pagando favores prestados, a todo aquel que no es capaz de ganarse las
lentejas fuera de la
política. El sistema está de tal forma montado que necesitan
ganar elección tras elección para mantener toda la maquinaria y tanta gente que
vive del propio partido, por lo que nada les para en ofrecer el oro y el moro.
Al fin y al cabo la semana próxima siempre habrá otra subasta del Tesoro para
pagar la cuenta.
Saldremos de esta situación
límite en la que nos encontramos, pero si no arreglamos el verdadero origen de
todo este desaguisado, la política de #mesacamilla y la financiación de los
partidos, estamos condenados. Con el tiempo nos veremos de nuevo en la casilla
de salida. El primer partido que acierte a organizarse de modo transparente,
sin deudas que pagar, sin trayectoria lanar que compensar, sin obediencia
debida que respetar, será ante la sociedad civil digno de depositar en él la
responsabilidad de demostrar que nuestro sistema es viable y el mejor posible.
Luchemos por eso y evitaremos que generaciones futuras nos recuerden como los
que fuimos manejados cual gallinas en corral propio.