No hay escuela de negocios, libro
de autoayuda o cursillo de poca monta en el que no dejen claro que la gestión
del equipo humano es clave para el éxito de cualquier proyecto y si es empresarial,
mucho más. En épocas de vino y rosas es
fácil aplicarlo pero en estas que nos ha tocado gestionar diría que es
imprescindible. Tras no pocos fracasos sonados es fácil descubrir a directivos
o propietarios que lo olvidaron. No recuerdo quien pero tan sólo una vez me lo
explicaron desarrollando punto por punto como la forma de dirigir afectaba
directamente al rendimiento del equipo humano, es decir, lo que el sentido
común nos dice cuantificado en la cuenta de resultados. En una simple servilleta de un bar cualquiera me lo explicaron y en un blog, de los pocos que guardo, lo anoté.
El personal de cualquier empresa se
pueden dividir en tres grupos con independencia del puesto que ocupan o
capacidad para el desempeño: los implicados 100% en el proyecto, los que tienen
sus días y aportan más o menos en función de otras variables y, finalmente, aquellos que están en nuestro
proyecto porque en algún lado deben estar y fuera hace demasiado frío.
Con esta clasificación podemos
encontrar en cualquier grupo desde un directivo hasta el último de los
empleados pues se trata de la actitud de las personas en lo que nos apoyamos. Bien,
la importancia de gestionar al equipo es tal que, me decía, que un empresario
debería pagar o despedir a sus directivos en función de esta clasificación y el
flujo de personas desde un grupo a otro.
El trabajo por el que a un directivo deben subirle
el sueldo es por conseguir que cada vez más personas pasen del grupo de los no
implicados al de los que tienen sus días, y de este al de los implicados en el
proyecto 100% disparando de este modo la productividad de la empresa y, acto
seguido, los números verdes en la cuenta de pérdidas y ganancias. El “como” es
fácil, con equidad, independencia y transparencia a partes iguales sean buenos
o malos momentos los que atraviese la empresa sin confundir con falso
paternalismo, amiguismo o condescendencia. El directivo, si no quiere perder su
equidad, deberá saber prescindir anualmente de parte de los que se instalan en
el último grupo mandando así un mensaje inequívoco que nadie puede perpetuarse
en la indolencia y seguir en el barco sin remar.
Por el mismo criterio una empresa
debe despedir a cualquier directivo que, por su actitud o hechos, consigue todo
lo contrario y transforma la empresa en
un grupo de personas que ocupan su puesto de trabajo sin ilusión y desgana
cuando no atemorizadas y luchando entre si. Desmotivar al equipo, hacer que
todos estén pensando en salir del proyecto es más destructivo para cualquier
empresa que la competencia más feroz o un mercado en retroceso.
Las empresas están llenas de
buenos profesionales y todos hemos visto proyectos que se hunden sin
explicación alguna y otros que sobreviven a las peores situaciones. En la gestión
del equipo humano encontraremos muchas explicaciones al porque de unos
resultados y otros.