Tengo un buen amigo marroquí. Tranquilos, no soy de los que usa la típica frase para luego pasar a zurrarle
estopa al resto de sus compatriotas como si él fuese la excepción y no la regla. Le conozco desde
dos mil cuatro cuando los ferrys cruzaban el Estrecho cargados de “empresarios”
españoles a la conquista del reino alauita. Aquello fue una fiebre del oro en
toda regla al estilo California siglo XIX.
Nos presentó un amigo mutuo con
unas palabras que siguen en su ideario. Quería modernizar las empresas de su
familia y desde entonces he visto evolucionar su país en esa línea mientras
nosotros, desde dos mil nueve, vamos claramente en sentido contrario al más
puro estilo conductor suicida. Ya en Casablanca y con un cartucho de caracoles
pequeñitos frente a La Gran Mezquita me expuso su filosofía. Filosofía innovadora
para su padre, lógica aplastante para cualquiera con dos dedos de frente.
El primer encargo que recibió fue enderezar el rumbo de la granja
avícola familiar. Una ruina hasta entonces. Con cinco datos bajo el brazo contactó
uno de los mejores productores españoles del sector. Número de gallinas,
producción diaria de huevos, mortalidad de las gallinas, mortalidad de los
pollitos, personal en plantilla y precio
medio del producto en el mercado.
A cambio de comprarle los
pollitos regresó a su casa con los datos del sector español. Con la
primera cerveza yo y una coca cola él en un garito espectacular de “la
corniche” me explicaba como su padre veía imposible la comparativa entre los datos de su explotación y la media del sector español. Que le habían engañado le decía una y otra vez.
Tuvo algo de suerte, era una nueva apuesta y no el
corazón del negocio familiar así que le dejaron hacer. También estaría harto, el padre digo, de
ponerle dinero cada mes por lo que poco tenía que perder al confiar en su
hijo europeizado.
Llegó, observó, entrevistó a todo
el personal y en un mes se puso a la tarea. Ajustó la plantilla, toda la mano de obra
poco cualificada que clasificaba y envasaba fue sustituida por la tecnología adecuada. Cambió al ingeniero agrónomo que la dirigía y subió todos los sueldos a
cambio de conseguir en su explotación los datos del sector español. Sí, tal y
como os lo cuento. En poco tiempo dejaron de desaparecer gallinas, de morir
otras, la producción de huevos milagrosamente se disparó y es que lo que no
cobraban en dirhams desde el primero hasta el último lo hacían en especie.
Con la retaguardia cubierta por
un equipo profesional, bien pagado y con los objetivos claros se dedicó a
establecer la red comercial necesaria para absorber la producción que sabía que
conseguiría. En menos de un año pasó de ser una explotación como otras tantas a
ser la segunda del país y la primera de la zona norte. La penúltima, cerveza
digo, cayó en la “Black House ”
para tener a la vista el ascensor. La noche se complicaba por momentos y era adecuado ser previsores.
Para esas horas la coca cola se la servían con "guarnición" y, una vez
perdida la cuenta, soltó la conclusión que le dio a su padre cuando este asumió
que su hijo había acertado de lleno. “Si quieres resultados europeos implanta
sistemas de trabajo europeos y paga sueldos europeos”.
Ocho años más tarde Marruecos
sigue evolucionando a marchas forzadas en la buena dirección gracias a esa filosofía mientras en
España se ha instaurado la creencia que saldremos de esta a base de bajar
sueldos, bajar precios y competir de tú a tú con China. Nos hemos cambiado los
papeles y los resultados saltan a la vista. Lo pagaremos caro.